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El pasado 14 de julio fue aprobada por el Congreso de los Diputados de España la Ley de Memoria Democrática, una ley que declara ilegal al levantamiento militar del 18 de julio de 1936, y la posterior dictadura de Franco (1939-1975), y que pretende lidiar con su terrible legado.
Siendo uno de los países con mayor número de desaparecidos a causa de una represión política, una de sus medidas consiste en hacer al Estado responsable de la recuperación e identificación de los cuerpos de los miles de desaparecidos de la Guerra Civil y la dictadura. El triste destino de la mayoría de ellos fue una fosa común.
Cerca de 3000 han sido identificadas a lo largo del territorio español, de las cuales se han intervenido aproximadamente 740, recuperando más de 9000 cadáveres.
A pesar del hasta ahora tibio apoyo estatal, hoy sabemos esto gracias al dedicado trabajo que durante las últimas dos décadas han realizado especialistas como Javier Iglesias-Bexiga (Madrid, España, 1981).
Biólogo de formación y especializado en antropología forense, Javier es miembro fundador de ArqueoAntro, un equipo interdisciplinar de arqueólogos, antropólogos, restauradores, conservadores, médicos forenses, historiadores y documentalistas que tiene por objetivo recuperar, preservar y difundir la memoria histórica española —particularmente de las víctimas de la Guerra Civil y de la represión franquista que le siguió.
SciGlam: ¿Podrías contarnos cómo fue que un biólogo, que en el imaginario popular pertenece a esa casta objetiva de los científicos, se terminó involucrando en algo sobrecargado de subjetividad como la así llamada “recuperación de la memoria histórica”?
Javier Iglesias-Bexiga: En mi caso personal, todo empieza quizá un poquito antes del inicio de la propia carrera de biología con el interés por la historia de España, gracias a una profesora de historia en el bachillerato que nos enseñó a disfrutar de la asignatura…
Digamos que no tenía muy claro hacia dónde tirar, y al final me decidí por la biología, que me atraía mucho más, pero la historia siempre quedó ahí. La carrera de biología para mí fue maravillosa, la disfruté mucho. De hecho, una de las cosas más complicadas con la que me enfrenté fue ir desechando las partes de la biología que me interesaban menos, pero que también me atraían. Además, el plan de estudios de la universidad donde estudié (Universidad Autónoma de Madrid) te daba pie a coger una serie de itinerarios que al final se encauzaron en mi caso por la antropología física.
Hay un momento clave. Una compañera iba a hacer su trabajo de fin de licenciatura sobre el estudio de una fosa común exhumada en la provincia de Burgos. A mí me atrajo, me invitaron a ir a la presentación y a la explicación de los arqueólogos y de las arqueólogas que excavaron. La verdad es que me llamó muchísimo la atención. Primero, la existencia de fosas comunes en España, cosa que en ese momento desconocía. Y segundo, el trabajo que suponía la identificación de esas personas en el laboratorio.
No mentiría si digo que durante varios meses estuve yendo prácticamente todas las tardes a acompañar a mi compañera para ver cómo trabajaba. Yo no tocaba un solo hueso, solamente veía y aprendía. Así fue hasta que un día el profesor que dirigía su trabajo me preguntó si yo iba a hacer algo parecido y si quería pedirle que dirigiera mi trabajo de final de grado. Al final mi trabajo no tuvo nada que ver con la memoria histórica, fue el estudio de unos niños enterrados en una iglesia medieval de Madrid, pero a partir de ahí me metí de lleno.
Estudié el máster en antropología física en tres universidades madrileñas. Terminando el máster empecé a buscar tesis doctoral. Me tocó una época compleja en el ámbito académico universitario en España porque cambiamos de plan de estudios, entraba el Plan Bolonia, que estaba fundado en una idea que tenían en Europa para la equiparación de títulos. Por otra parte, las becas estaban contadas, era bastante complicado conseguir una.
Finalmente, sí conseguí hacer el doctorado en la Escuela de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, donde me especialicé en otro campo, diferente pero muy relacionado, que es la tafonomía (parte de la paleontología que estudia los procesos de fosilización). Hasta ahí lo que sería mi vida académica. Ahora mismo soy profesor honorario de una asignatura del grado de antropología social que se llama “antropología forense y derechos humanos”.
Por otro lado, hice contacto con un médico forense reconocido que se llama Francisco Etxeberria. Él, a través de una sociedad científica del País Vasco, Sociedad de Ciencias Aranzadi, comenzó las exhumaciones a nivel estatal. Fue el pionero en hacerlo en el ámbito de la recuperación de la memoria histórica y tuve la suerte de trabajar con él durante muchos años para formarme y estar a pie de campo en las fosas. En fin, que desde el año 2008 no he dejado la memoria histórica.
¿Y cómo surgió ArqueoAntro?
ArqueoAntro surgió hace diez años a raíz de que me pidieron intervenir como antropólogo forense en una excavación, siendo la primera vez que iba a cobrar por hacer ese trabajo. Esto fue a través de una asociación un poquito “especial”. Coincidí en esa ocasión con un equipo de arqueólogos y arqueólogas de la provincia de Valencia. La excavación era un proyecto muy complejo; se buscaba una serie de soldados a partir del testimonio oral de una persona que vivió la Guerra Civil de niño. El caso es que el proyecto no salió todo lo bien que hubiésemos querido, ya que hubo ciertas disputas con la dirección de la asociación y sus métodos de trabajo, pero sirvió para que nosotros hiciéramos grupo.
A partir de esta experiencia, junto con la relación que tenía con la Universidad Complutense, empezamos a hacer nuevas exhumaciones. La primera fue una fosa común sin presupuesto, en ese momento gobernaba la derecha con el Partido Popular de Mariano Rajoy, que no daba un solo euro para este tipo de intervenciones. Hicimos un crowdfunding, conseguimos el dinero justo para una campaña de excavación; sin embargo, no encontramos a esas víctimas.
Poco después nos llamaron para exhumar un soldado en el Frente de Levante, cerca de Valencia, que surgió a raíz de que un expoliador encontró una hebilla que lo llevó a unos huesos, se asustó; avisó a un amigo que avisó a otro amigo que avisó a alguien más… llegando finalmente a nosotros, y pudimos intervenir.
Se nos ocurrió también que era buena idea dar cursos de formación universitarios de antropología y arqueología forenses, aunque abiertos a todo aquel que tuviese interés. Estos cursos a su vez dieron pie a que se incrementara lo que sería la actual plantilla del equipo y a la vez empezaron a surgir otros proyectos que se habían dejado de lado por cuestiones políticas, como fue la búsqueda del padre de un guerrillero de Valencia que había sido asesinado y enterrado en el cementerio civil de la ciudad.
Lo que vino después fue Paterna, que es una gran fosa común en este municipio de la comunidad de Valencia. El sitio tiene 2237 víctimas registradas que están distribuidas en aproximadamente 130 fosas más pequeñas. A partir de ahí comenzó toda la carga de trabajo.
Hace tres años, gracias a las intervenciones que pudimos llevar a cabo, muchas familias se animaron a buscar a sus seres queridos. Digamos que nuestro trabajo se ha centrado ahí, pero nos hemos movido en todo el territorio, siempre acudiendo adonde nos llaman para buscar e intervenir.
¿Hay algún proyecto de ArqueoAntro que te gustaría destacar?
Paterna, justamente. Es un proyecto bastante importante, hay varios equipos metidos ahí. Es importante sobre todo porque estamos hablando de fosas comunes donde en un agujero de 2 x 2 metros y con una profundidad de entre 5 o 6 metros hemos llegado a encontrar de 100 a 150 víctimas, siendo 176 víctimas el número más grande hasta ahora, solo en la fosa 114.
Otro muy destacado es el proyecto que llevamos a cabo con los soldados del frente de Levante. Se trata de una zona donde hubo bastantes combates. Murieron cerca de 1500 soldados y muchos de ellos, sobre todo del bando republicano, quedaron abandonados en medio del monte. Tiempo después hubo gente que subió al monte y los enterró como pudo.
Incluso más adelante muchos huesos que quedaron a la intemperie han sido recogidos o enterrados. Otros han quedado ahí, en la superficie. Esto es interesante porque yo siempre he dicho que esos son los olvidados de la memoria histórica, los soldados que, si bien no fueron ajusticiados, fueron abandonados a su suerte. Poco a poco vamos recuperándolos, empiezan a aparecer familiares que les interesa saber, creen que pueden recuperar a los suyos. Es una tarea muy difícil, pero bueno, estamos intentándolo. Si no lo hacemos, nadie lo hará.
¿Qué es lo que como científico haces en ArqueoAntro?
Yo soy el director antropólogo, además de miembro fundador de la asociación. ArqueoAntro es una asociación de técnicos; está constituida por arqueólogos, antropólogos, médicos forenses, restauradores y documentalistas. Colaboramos además con todos los especialistas que nos puedan hacer falta porque bueno, es lo necesario y lo mínimo a la hora de llevar a cabo una exhumación en materia de violación de derechos humanos ya que el Estado nos tiene un “poquito” abandonados, aunque últimamente me consta que está haciendo muchos esfuerzos por solucionar el problema.
Mi tarea y función principal es la supervisión de las excavaciones en campo, aunque los últimos años estoy dedicado sobre todo al estudio antropológico de los restos para la identificación de las víctimas.
En el laboratorio llevamos a cabo el análisis antropológico del esqueleto, la determinación del perfil biológico, estudio de la dentición, análisis de las patologías y de los traumatismos perimortem que nos indiquen las evidencias individualizantes y la causa de muerte de estas personas.
Actualmente dirijo un pequeño laboratorio con 4 compañeros más y dentro de este campo estamos dando pie a la formación de nuevos investigadores, dirigiendo en este momento dos tesis doctorales y varios trabajos de fin de grado y de máster de biología y antropología.
¿Por qué consideras que es importante recuperar, conservar y difundir la memoria de las víctimas de la represión política durante la Guerra civil y el franquismo?
Principalmente porque el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Es una frase que hemos oído muchísimas veces, no recuerdo quien la dijo por primera vez, pero sí que nos la comentó mi profesora de historia en el instituto y se me ha quedado muy marcada.
Realmente considero que en España el franquismo no se ha acabado y eso que ya han pasado 47 años desde que murió Francisco Franco. Dejó todo muy atado y lo vemos en la justicia española, que no juzga estos crímenes. Hay un impedimento de la fiscalía para poder llevarlo a cabo, alegando que son crímenes que han prescrito. Vemos también como hay partidos de ultraderecha y claramente franquistas que han llegado incluso al parlamento español. [Los esfuerzos por recuperar la memoria] es algo que hoy en día para mí es vital, es vital para la democracia, es vital para avanzar en los derechos humanos y en los derechos de todos nosotros y de todas nosotras porque si dejamos que el fascismo y el franquismo continúen campando a sus anchas como anteriormente, daremos un retroceso muy grande en cuanto a estos derechos. La exhumación de las fosas comunes es importante porque deja ver lo que durante tanto tiempo ha sido ocultado por los vencedores.
La exhumación de las fosas comunes es importante porque deja ver lo que durante tanto tiempo ha sido ocultado por los vencedores.
¿Cuál es la experiencia de trabajar en una fosa común y tratar con los familiares o conocidos de las víctimas? ¿Podrías mencionar un caso que te haya impactado en particular?
En general, la experiencia es muy enriquecedora, sobre todo trabajar con las familias de las víctimas. Duele cuando no consigues los objetivos, que al fin y al cabo son la identificación de las personas asesinadas. Pero es verdad que este trabajo te da pie a conocer a mucha gente que agradece muchísimo el que estés ahí, porque muchas veces las familias se ven perdidas a la hora de empezar los proyectos.
Dependiendo de la administración hay veces que los presupuestos son cerrados y no permiten finalizarlos correctamente como, por ejemplo, cuando la búsqueda y excavación se complica y se alarga en el tiempo. Otras veces, el presupuesto es muy bajo y tenemos que realizar equilibrios para poder cumplir los objetivos. En alguna ocasión hemos tenido que paralizar una exhumación y esperar unos meses para retomarla porque técnicamente era inviable continuar. En general el equipo es consciente de estas dificultades y no cesamos en ayudar a las familias, cueste lo que cueste.
Sobre los casos, pues bien, son muchos y cada caso es especial. En términos generales podrías decir que a cualquier víctima la detuvieron, la asesinaron y la enterraron; pero el drama familiar que hay detrás es brutal. Quizás lo que a mí más me llama la atención es cuando excavas y recuperas restos de niños o de gente joven, de 14 a 16 años, como nos ha pasado en el Frente de Levante con toda la Quinta del Biberón y con todos los chavales que acompañaban a los soldados, es bastante duro.
Hay un caso, en Arroyo de San Serván, cerca de la ciudad de Mérida, en Extremadura, donde tuvimos que recuperar el cuerpo de un crío de aproximadamente 14 años que tenía unas canicas en el bolsillo… ¿qué daño pudo haber hecho esa persona que todavía jugaba a las canicas? Y, además, hay que añadir cómo intentaron hacerlos desaparecer: les echaron gasolina y explosivos para hacer una gran hoguera, pero como no consiguieron quemar los cuerpos al final los enterraron en medio del olivar y ahí se quedaron. Para mí este caso es bastante duro, pero ya te digo que así hay muchísimos casos.
Nietzsche escribió que es necesario olvidar para vivir ¿qué respondes a esto y a los que consideran que es mejor no “reabrir heridas”?
A los que dicen que es mejor no abrir heridas, que es mejor dejarlos ahí, a los que te insultan o te amenazan… porque hemos tenido situaciones así, por ejemplo, cuando estuvimos buscando los restos de Federico García Lorca y de sus compañeros de fosa, llegamos a oír “yo a estos les pegaba un tiro” o pasaba un cobarde en coche y nos llamaba “cabrones” o “hijos de puta”; pues bien, yo a esa gente lo que les diría es “¿y si fuera tu padre o tu madre? ¿Y si fuera tu hermano o tu hermana? ¿O tus hijos?” Si eres capaz de dejarlos tirados ahí como perros en una cuneta yo dejo de hablar porque me parecerías un miserable absoluto. Creo que esta es la mejor respuesta.
También es verdad, como dice un compañero, Alejandro Vila, que nuestro trabajo consiste en hacer Historia. Abrir una fosa es exhumar la historia de unos hechos que ocurrieron hace 80 años, que nos han negado y que ahora estamos interpretando, pero vamos, nos queda todavía muchísimo trabajo por hacer.
Los debates sobre la historia de la Guerra Civil y del franquismo así como la disputa por la memoria pública oficial han alcanzado niveles nunca antes vistos en la España democrática, lo que parece dar una renovada vigencia a la tesis de “las dos Españas”, ¿tú piensas tu labor en términos políticos?
Indiscutiblemente. Francisco Etxeberría, a quien nombro mucho porque es un profesional que a muchos de nosotros y nosotras nos ha dado la oportunidad de dedicarnos a esto, dice que, en cuestión de derechos humanos hay que ser objetivo pero no neutral. Entonces claro que es político.
Yo soy de una generación que aunque creció en democracia en clase jamás se contó lo que era el franquismo ni lo que supuso para más de la mitad de la población en España porque imperaba el miedo, porque hubo golpe de Estado en 1981 que hizo temblar todo el trabajo de muchísima gente que se dejó la vida y la piel para intentar llegar a una democracia. Todo esto está relacionado.
Hay que cambiar todavía aspectos importantísimos como puede ser la Ley de Amnistía de 1978, cosa que no hace la nueva reforma de la Ley de Memoria Democrática. Esa Ley de Amnistía se creó para sacar a los presos políticos antifranquistas; sin embargo, se ha utilizado para amnistiar a todo aquel que cometió algún crimen durante el franquismo e impide actualmente que se pueda llevar a cabo la investigación, por ejemplo, de las fosas que estamos excavando.
Sobre todo hay que hacer mucha pedagogía política y analizar bien los resultados electorales que tenemos, porque puede pasar que el día de mañana entre al parlamento un partido de derechas, nos anula absolutamente todo lo que hemos hecho, deroga la ley y volvemos a partir de cero. Hay intereses políticos detrás, todavía hay familias franquistas en el gobierno o en el parlamento.
Ahora que la has mencionado, ¿cuál es tu opinión sobre la recién aprobada Ley de Memoria Democrática que sustituye a la Ley de Memoria Histórica de 2007?
En mi opinión es una ley que se ha tardado mucho en aprobar. Ha generado mucha polémica entre los propios partidos políticos de izquierda y entre los familiares de las víctimas del franquismo. Como comenté, la derogación de la Ley de Amnistía se ha quedado fuera y era uno de los puntos fuertes a modificar. Muchos creíamos que al fin se lograría. Esta derogación es necesaria para permitir la investigación judicial de los crímenes que se cometieron inmediatamente después de la Guerra Civil. Sin embargo, el gobierno del Partido Socialista no ha querido incluirla. Lo que nos deja en una situación anómala para el avance democrático de este país.
Esta “Ley de Punto Final” ha permitido que el Estado no se ocupe plenamente de las exhumaciones de las fosas comunes. Es verdad que se ha avanzado mucho, pero finalmente la participación del Estado en materia de exhumaciones se ha quedado en la financiación económica, a partir de subvenciones a asociaciones y a equipos técnicos y sería necesario un mayor apoyo, como laboratorios y personal, y desde otras instituciones.
Creo que, como en todas las leyes, su aplicación provocará cambios, seguramente a mejor, lo que permitirá en un futuro avanzar en materia de derechos humanos, aunque todavía queda mucho trabajo por hacer.
Trabajar con las familias quizás sea lo más interesante, hablar con los poquitos hijos e hijas que quedan vivos, que te cuentan como han sobrevivido a la barbarie que sufrieron.
¿Cuál es el aprendizaje más valioso que como científico has obtenido de tu involucramiento en el rescate de la memoria de los represaliados de la Guerra civil y del franquismo?
Quizás destacaría la capacidad de supervivencia y recuperación de cada uno de los problemas que hemos tenido a lo largo de estos años para llevar a cabo nuestro trabajo. Parece mentira, pero es verdad que cada vez que intentamos realizar un proyecto hay un problema. Y si no hay un problema en el inicio, viene después por una cuestión sobre todo burocrática. Depende del funcionario que tengas delante y que lleve la gestión de las ayudas o del trabajo más institucional, pero es complicado, como es complicado encontrar un sitio en la universidad pública para llevar a cabo los estudios, complicado es solicitar una subvención, obtener todos los permisos. Es decir, algo que podría ser muy sencillo a través de una ley que diga que expropiamos temporalmente el terreno, entra el equipo, exhuma los restos, los lleva al sitio, los estudia, se identifican y se entregan; lo que sería un trámite relativamente sencillo. Pero hay veces que cuesta muchísimo.
En general, trabajar con las familias quizás sea lo más interesante, hablar con los poquitos hijos e hijas que quedan vivos, que te cuentan como han sobrevivido a la barbarie que sufrieron.
¿Cuáles son los proyectos de Javier Iglesias-Bexiga y de ArqueoAntro para el futuro inmediato?
Ahora mismo, para el futuro inmediato, es el estudio de los más de 300 cuerpos que hemos recuperado durante los últimos meses, que es una barbaridad. También vamos a empezar varias campañas de recuperación de soldados muertos en combate, cuyos cuerpos quedaron en las trincheras. En fin, somos conscientes que es muchísimo el trabajo que tenemos ahora mismo y esperamos que dure, porque puede ser que cambiemos de gobierno y tengamos que volver a buscar trabajo en otro ámbito.