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En la Casa de las Flores, un edificio emblemático del barrio de Chamberí de Madrid, visitamos al escultor Jacobo Castellano (Jaén, España, 1976).
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada en el año 2000, Castellano vive y trabaja en Madrid desde el 2010, una ciudad que le ofrece más garantías profesionales.
El escultor transforma historias pasadas de objetos abandonados o perdidos en presente a través del diálogo abierto entre estos, que se ven forzados a convivir de novo en cada una de sus obras.
SciGlam: Tu interés por la biografía de los objetos comienza en un viaje que haces (de adulto) a la casa abandonada de tus abuelos en un olivar de Andalucía. De ahí sacas una cantidad importante de material y objetos con los que trabajar posteriormente —desde una bicicleta hasta un proyector de cine. ¿Qué nos cuentan hoy esos objetos?
Jacobo Castellano: El encuentro con esa casa abandonada fue crucial para mi posterior desarrollo profesional. Déjame que te ponga en contexto. La facultad de Bellas Artes de Granada, donde hice mi formación, estaba situada en un antiguo hospital mental; las ventanas de las aulas no se abrían y los sistemas de extracción de vapores brillaban por su ausencia. Al no haber una buena ventilación, con frecuencia se producía la acumulación de tóxicos en el aire derivados de los diferentes barnices, ceras y un sinfín de productos necesarios para la práctica de pintura, escultura y diferentes técnicas que utilizábamos en las clases. Desgraciadamente, en el segundo año de carrera, sufrí una fuerte intoxicación por inhalación de vapores que me impidió continuar asistiendo a clase y tuve que dejar de utilizar todos esos productos. Sentí cierto vació ya que me vi obligado a buscar otros elementos y materiales con los que desarrollar mi trabajo.
Un día le pedí a mi madre las llaves de la casa donde pasaba los veranos. El pueblo se llama Villargordo, en la provincia de Jaén. Tenía curiosidad por volver a recorrer esos pasillos en los que fui feliz de pequeño. Allí encontré la mecedora donde mi abuelo echaba la siesta, la bicicleta con la que aprendí a montar, las ollas de cobre donde mi abuela cocía las palomas, el proyector que mi abuelo compró para inaugurar el primer cine del pueblo y un incontable número de elementos que me retrotrajeron años atrás.
Desde el primer momento aquellos objetos me evocaron acciones, momentos de mi infancia, y vi claro que quería trabajar con ellos, ¡además no desprendían olor! Cuando empecé a cortar sillas y mesas para componer mis esculturas tuve la sensación de que no cortaba madera, cortaba historias que contenían esos objetos. Cortar la olla de cobre no es cortar metal, es diseccionar un recuerdo relacionado con lo gastronómico.
Hice una obra con el proyector antes mencionado. El cine de mi abuelo supuso una revolución en este pueblo olivarero del interior de Andalucía, una ventana al entretenimiento y la cultura. Cuando muestro este elemento estoy hablando de educación, cultura y emprendimiento, no es un proyector, hablo de lo que supuso el que ese proyector iluminase la pantalla de cine durante años.
¿Qué más encontraste en esa casa además de objetos?
Uno de los materiales que me acompaña a lo largo de mi carrera: polvo, un material decisivo en mi producción. Las habitaciones, las mesas, las sillas… todo estaba cubierto con una gruesa capa de polvo que se había acumulado durante años. Barrí los pasillos, lo acumulé en montoncitos y cómo no, me pregunté de qué estaba compuesto ese elemento. Descubrí que parte del mismo procedía de nuestra propia piel, es decir, seguramente estaba barriendo diminutas porciones de piel de todos y cada uno de los familiares que algún día habitaron esa casa. También estaría jugando con el polen de los olivos que se habría colado por las ventanas y porqué no, con algunas moléculas de químicos que se utilizan para el abono del campo. Era fantástico, tenía bajo mis pies un retrato de familia y no solo eso, un trocito de la sociedad de Villargordo, todos y todo estaba allí. Podríamos hablar del metamaterial.
He oído que tras tu experiencia en Villargordo, incluso llegaste a barrer el polvo acumulado en casa de tus amigos…
Sí, posteriormente me interesé por casas ajenas (risas). Las barrí y tiré el polvo a la basura. Me interesaba la idea de tirar a la basura a algunos conocidos; ellos estaban en el polvo.
La madera sigue siendo sin embargo el elemento protagonista en tus obras. ¿Qué hay en este tejido vegetal que tanto te atrae?
Sí, la madera me ha perseguido desde el inicio de mi carrera. De ella conseguimos generar el fuego. Este hecho cambió nuestros hábitos alimenticios —entre otras muchas cosas— y con ello nuestro cerebro se transformó y trajo progreso.
Muchos acabaremos enterrados en contacto directo con las raíces de los enormes cipreses que pueblan nuestros cementerios y que buscan con ahínco el cielo. ¿Qué mejor compañera de viaje que la madera?
La Casa de las Flores parece el hogar ideal para un artista apasionado de los objetos con historia ¿Qué tiene este edificio que ha atraído a científicos, artistas y escritores desde su construcción en los años 30?
Es un lujo vivir en el lugar donde antes lo hicieron el premio Nobel de literatura Pablo Neruda o el prestigioso nutricionista y bioquímico Francisco Grande Covián. Debajo de casa tenemos también el lugar donde otro premio Nobel, el médico y bioquímico Severo Ochoa, fundó su primer hogar junto a su mujer Carmen García-Cobián (y donde residieron hasta su exilio por la Guerra Civil en el 36). Ochoa tuvo enormes inquietudes culturales y era amigo del poeta Federico García Lorca y del pintor surrealista Salvador Dalí. Me gusta imaginarme a estos grandes creadores paseando por el jardín central de la Casa de las Flores. Solo por eso merece la pena residir aquí.
Hace no mucho, durante una renovación de la azotea de esta casa, encontraron un obús de la Guerra Civil. ¿Cómo viviste ese encuentro inesperado con la historia trágica de este país?
Pues lo primero que pensé fue en quedármelo para hacer una escultura. Pero te podrás imaginar que hubiese sido imposible. Es un objeto de una gran carga trágica y que pone de manifiesto que la Casa de las Flores fue refugio de intelectuales y objetivo prioritario a destruir.
En 2010 viniste a vivir a Madrid en busca de mejores oportunidades profesionales. Hoy día eres considerado uno de los artistas españoles de mayor proyección en el panorama artístico contemporáneo. ¿Crees que tu historia habría sido otra de no haber venido a vivir a Madrid?
Estoy convencido de que nunca hubiese sido igual. Yo suelo hablar de la dictadura de la capital, aquí se producen los encuentros con colegas y se desarrollan la mayoría de las grandes exposiciones. El crecimiento es exponencial. Yo venía de Granada, una ciudad fantástica pero muy volcada en el turismo y el sector servicios. Todo hubiese sido más complicado. Me siento muy cómodo en Madrid, mis hijos han nacido aquí y aquí me quiero quedar.
Con el boom de las redes sociales y las ventas de arte online de los últimos años, ¿sigue siendo necesario vivir en grandes urbes para tener éxito como artista? Parece que el mundo del arte se está descentralizando finalmente gracias a galerías virtuales y la búsqueda de espacios más amplios y asequibles por parte los artistas. ¿Qué gana y qué pierde el arte con estos cambios?
Seguramente se está produciendo una descentralización de los grandes centros de producción artística debido al fenómeno de las redes sociales. Podemos estar donde queramos y podemos hacer visible nuestro proyecto desde el lugar más recóndito del mundo. De cualquier forma y atendiendo a la pregunta que formulabas anteriormente sigue existiendo una necesidad de encuentro entre artistas, el contacto físico con las obras depositadas en museos es esencial bajo mi punto de vista. La vivencia del directo cuando hablamos de arte no puede ser sustituida a día de hoy. Las cuestiones relacionadas con el arte digital coexisten con los modelos tradicionales de producción y percepción del arte. Todo suma, nada es excluyente.
Si pudieras hacer una pregunta a un científico de cualquier campo, ¿cuál sería?
¿Qué variedad de organismos podemos encontrar habitando nuestra piel?
Respuesta de Aayushi Aberoi, investigadora postdoctoral del Departamento de Dermatología en la Universidad de Pensilvania, EE.UU.