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Este artículo es una traducción de la entrevista original en francés
Carole Bellone (Marsella, Francia, 1977) utiliza su arte para concienciar sobre la fragilidad de los ecosistemas acuáticos. La artista trabaja diferentes medios: pintura, arcilla, madera y lienzo. El océano es su fuente de inspiración y el agua, y las criaturas marinas, sus palabras para transmitir un mensaje de bienestar. Ese mismo bienestar que siente al pintar la pureza de la luz y el oleaje de la escena marina.
Bellone vive y trabaja en Madrid. Aprovechamos una visita de la artista a Barcelona para entrevistarla en un lugar idílico, la Costa Brava —sol, playas paradisíacas y naturaleza en estado puro.
SciGlam: Empecemos hablando de ti y de tu pintura, ¿en qué momento de tu vida te empezó a atraer la pintura?
Carole Bellone: La verdad es que desde que era muy pequeña. Mi abuela decía que a los 3 años ya pintaba tulipanes, flores y cosas por el estilo. Siempre me ha gustado crear. La pintura es algo que me ha acompañado toda la vida e intento pintar dondequiera que estoy.
Siempre me ha fascinado la forma en la que los artistas representan la luz.
Eres una artista autodidacta, ¿pero quiénes son los artistas, o la gente, que te ha inspirado?
Tienes razón, ¡nunca somos completamente autodidactas! De hecho, mis dos abuelos dibujaban. Uno de ellos hacía diseño industrial y el otro pintaba, aunque no me gustaba nada lo que hacía (risas). Pero mi primer y único profesor fue mi abuelo materno, el que hacía diseño industrial. Fue él el que me enseño como hacer perspectivas, sombras…, y también me enseñó a hacer caras. Me encantó aprender todo eso con él.
Y después, me gusta ir a museos, me gusta fijarme en los detalles de los cuadros para ver cómo lo han hecho. Me imagino el pincel dando las pinceladas en ese preciso instante.
Aquí en España, he visitado recientemente el Museo Sorolla, ¡precioso! Sorolla pintaba un montón de paisajes donde aparece el mar y muchísima luz. Siempre me ha fascinado la forma en la que los artistas representan la luz.
Hoy en día con las redes sociales es muy fácil tener acceso a muchos temas y artistas relacionados con lo que hago. Sigo a gente en Instagram que son verdaderos modelos para mí. Sueño con despertar la misma admiración que ellos algún día. En particular, hay una mujer de EEUU, Irina Cumberland, que sólo pinta agua. Vive en una casa junto a un lago y dice que ha adquirido la técnica a base de pintarlo cada día durante los últimos 15 años. Casi parece una fotografía, pero si te fijas de cerca, se puede ver claramente que hay una técnica detrás y es verdaderamente bonito.
¿Entonces las redes sociales te han ayudado?
Sí, siempre hay tutoriales. Recientemente esta mujer (Irina Cumberland) ha dado algunos consejos para pintar olas. Posiblemente sean esos trucos tontos que uno descubre por sí mismo. Por ejemplo, al pintar la espuma, nunca se debe usar el blanco de primeras. El final, nunca es puramente blanco. Tienes que utilizar azules claros, o tonos grises, y el blanco se da como último toque en una proporción muy pequeña. Eso es lo que va a dar el realismo de la luz. Hay muchas cosas de este tipo que se pueden aprender en sus tutoriales de YouTube en pocos minutos.
No podría vender un cuadro que no haya disfrutado haciendo. Prefiero repintarlo entero.
Hablando contigo y mirando tu obra, podemos ver la importancia de la luz en tu trabajo. ¿Cómo consigues transmitir esta luz al público?
La luz es el hilo conductor de lo que hago. Y es la luz lo que realmente le da esa sensación de bienestar al cuadro cuando lo miras. Siempre me ha gustado la luz de los lugares donde he vivido. Me encanta la luz del sol, soy una chica del sur de Francia, es parte de mi vida, de mi bienestar. Me gusta la naturaleza en general, incluso el cielo gris puede ser muy bonito, pero me siento verdaderamente bien cuando veo lo que el sol puede hacer a través de los árboles o del agua. Hay un brillo casi mágico que es sumamente tranquilizador y revitalizante al mismo tiempo. Y es eso lo que trato de capturar. Hay una sensación de plenitud cuando conseguimos hacer una pintura que complace (y que te complace a ti mismo). Te enorgullece. Algunas veces lo tienes en la cabeza, pero es imposible sacarlo y cuando llegas a ello es como si se alinearan los planetas. No podría vender un cuadro que no haya disfrutado haciendo. No puedo. Prefiero repintarlo entero. Necesito tener apego al cuadro. Y cuando lo veo irse, debo estar a la vez tiste y feliz. El artista es complicado… (risas de Carole).
Entonces tienes una visión clara de lo que quieres hacer antes de comenzar una obra…
¡Exacto! Cuando empiezo un cuadro, digo: “Aquí me gustaría pintar, por ejemplo, una superficie con el mar, con una luz muy muy viva, que uno se imagine a pleno sol y que casi haya que llevar gafas para mirar el cuadro.” Ahí te das cuenta de que la luz es algo mágico de pintar. Lo que dará el brillo son los halos alrededor del punto de luz, que pueden ser rojos, amarillos, o incluso púrpuras. Y habrá algo de blanco al final, claro, pero el brillo nunca va a venir del blanco, es curioso. Es una pasada trabajar con la luz.
Esto son cosas que he descubierto yo sola, pero luego lo he visto en otros pintores como Sorolla al mirar detenidamente sus cuadros. En su museo hay un paisaje con una mujer paseando por el bode de un acantilado (un poco como estamos haciendo ahora nosotras) y el color purpura está por todos lados y te da la impresión de que la luz es púrpura, pero al mismo tiempo te da ese efecto de soleado, que es lo que necesitabas.
¿Qué pasa por tu mente cuando pintas?
Requiere más energía de lo que piensas. Cómo te diría…. Es necesario estar en buena forma para pintar, para embarcarse en un lienzo de grandes dimensiones y aceptar el fracaso. Algunas veces no se da como te gustaría y puede ser difícil. Pero incluso cuando un cuadro empieza bien, me puede llevar perfectamente media hora meterme de lleno en él. Pasado un rato, no eres consciente del tiempo que pasa y entras en una especie de trance, y tu espíritu sale y sigues pintando. Ese espíritu puede ir a cualquier sitio.
También hay un momento en el que estoy cansada y me tengo que decir a mí misma: “¡Para!” Es como las relaciones personales, algunas veces tienes que saber cuándo marcharte para volver en mejor estado —o no volver jamás (risas).
Es necesario estar en buena forma para pintar, para embarcarse en un lienzo de grandes dimensiones y aceptar el fracaso.
¿Qué te ha llevado a decidirte por trabajar en el tema del mar y el agua?
El mar me ha gustado desde siempre. Pero nunca había pintado el mar hasta hace 4 o 5 años, cuando vivíamos en Singapur. Quería hacer una pequeña escultura de arcilla. No tenía muy claro qué hacer e hice una escultura de un pequeño pez. Luego hice otra y otra más, y así hasta al menos 200 peces, y los pinté cada uno de un color. Entonces se me ocurrió pegarlos en una tabla y colocarlos en cierto movimiento con las vetas de la madera dando la sensación del fondo marino. Luego busqué conseguir ese relieve en 3D que conseguía con la arcilla y empecé a pintar un montón de cosas debajo del agua. Me di cuenta de que lo que quería era dar la sensación real del agua y ahí es cuando empecé a pintar mis primeras olas.
Has vivido por todo el mundo, ¿cómo ha influido eso a tu trabajo artístico?
Ese es un buen punto. No están necesariamente relacionados, pero sí creo que se han creado puentes. Por ejemplo, cuando estábamos en Montreal, donde los inviernos son fríos y largos, empecé a pintar paisajes de la Provenza, con lavanda, amapolas… Nico (pareja de Carole) me preguntaba: “¿Pero por qué pintas eso en Montreal?” Bueno, simplemente estaba diciendo que echaba de menos el calor y la luz en invierno y por eso lo pintaba. Luego, en Singapur, me llevó un tiempo volver a la pintura, aunque creo que nada pasa por casualidad. Me costó mucho encontrar un hueco para ello, estaba trabajando y no era fácil, pero lo echaba de menos y fue un gran alivio encontrar el tema del mar. Sabía que me iba a acompañar durante mucho tiempo. En Singapur vivíamos cerca del mar. Es una isla, pero es muy artificial en muchos aspectos y creo que pintar el mar, tal y como es en la realidad, me permitió escapar y reencontrarme con la naturaleza que había perdido viviendo allí. Lo escuché una vez en una canción “melancholy is edible past”. Y creo que es justo eso. Tengo la impresión de que pintar me permite acercarme a lo que ya no tengo. Recreo mi universo, es una necesidad que tengo.
Donas parte de tus beneficios a una fundación para la protección de los océanos, ¿por qué?
Me preocupa el medioambiente en general, como a mucha otra gente, pero es verdad que soy especialmente sensible con los temas del mar. Cuando vivíamos en Asia, vimos paisajes impresionantemente bonitos, especialmente en Tailandia, ¡magníficos! La contaminación te llega al corazón, hasta el punto en el que te das cuenta de que tenemos que despertar la conciencia de la gente lo más que podamos. Así que me dije: “Tengo que usar mi pintura para contribuir de alguna manera a una causa tangible, que vaya más allá del arte o la emoción”. Al menos cada persona que adquiera una de mis obras irá más lejos del mero hecho de adquirir un cuadro. Habrá una pequeña proporción que contribuirá a establecer algo o a crear un santuario de tortugas en algún lugar. Por eso parte de mis ganancias van a The Ocean Fundation. Su misión en los temas del mar es variada: investigación, defensa de los espacios naturales, fauna, flora, la lucha contra la contaminación…
Invito a todo el mundo a investigar lo que hacen en su página web, trabajan por todo el mundo. Yo los llamé y fueron muy abiertos. Obviamente siempre les viene bien tener donaciones. Ahora puedo usar su logo y recibo newsletters con las actualizaciones de cómo han contribuido mis pequeñas aportaciones. Te sientes útil y te sientes bien.
Vivimos en mundos difíciles, así que mi contacto con la realidad es recordarme a mí misma que, en el fondo, todos somos animales ¡así que vamos a volver a las cosas simples, a la naturaleza!
Hablas de proporcionar bienestar a la gente, sobre la protección de los océanos… ¿Piensas que es ese el rol del artista?
El rol del artista…. Creo que tienen muchos roles. Del modo en que yo lo veo es elegir un rol que vaya en línea con tus creencias. A mí me gusta pintar, que podría ser más bien una actividad egoísta, pero por otro lado transmito esa sensación de bienestar que siento. El artista siempre transmite algo. Me gusta transmitir bienestar, energía…, al menos lo que yo obtengo cuando pinto, me gusta que la gente lo encuentre. También puede haber misiones más específicas como la concienciación medioambiental. Soy muy sensible con eso, con los animales, etc. La naturaleza es algo que me llama. Otros artistas pueden apostar más por la concienciación sobre temas sociales. No es que yo no me interese por esos temas, pero es verdad que no forman tanta parte de mi mundo. Algunos artistas tratan de concienciarnos sombre la contaminación, el consumo excesivo, o temas digitales. Para mí, es la naturaleza y ese nexo que tenemos, casi animal, con las cosas y que es un punto de referencia para mí. Vivimos en mundos difíciles, así que mi contacto con la realidad es recordarme a mí misma que, en el fondo, todos somos animales ¡así que vamos a volver a las cosas simples, a la naturaleza!
Aquí tenemos a Oggy [el perro de Carole] con nosotras, por ejemplo. “¿Cuáles son las pequeñas cosas cotidianas que nos hacen sentirnos bien en nuestro pequeño planeta?” Eso es un poco lo que intento transmitir a través de mis obras, que en realidad son muy simples. Nunca pongo humanos en ellas, o muy pocos. Y si lo hago, quiero trasmitir ese sentimiento de bienestar. Cuando pinto gente en la piscina, quiero transmitir la parte divertida de la piscina, del contacto con el agua. La transmisión de emociones positivas, ese es mi rol como artista.
Nunca pinto tormentas, por ejemplo. Las hay muy bonitas y muy positivas también. Algunas veces están llenas de energía, pero no me veo a mí misma pintándolas. Llevo la tormenta dentro algunas veces así que prefiero olvidarme de ellas (risas de Carole).
¿No quieres compartirlo?
No, prefiero compartir la calma, como el chapoteo de las olas, con esa energía que respiramos.
A lo mejor compartir la tormenta te ayudaría a alegrarte…
Justamente, a lo mejor un lado exorcista (risas). Me lo pensaré…
Si pudieras hacer una pregunta a un científico de cualquier campo, ¿cuál sería?
¿Dónde se encuentran el arte y la ciencia? ¿Qué hay de arte en la misión diaria de los científicos y qué podemos ver de ciencia en el arte?
Respuesta del neuroanatomista Javier DeFelipe, profesor investigador del Instituto Cajal, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España. DeFelipe es un experto en neuroarte y en “arte” científico.