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La ciencia hoy habla de nueve sentidos: cinco “tradicionales” (el gusto, el olfato, la visión, el oído y el tacto) y luego también la nocicepción (el dolor), la propiocepción, la termocepción y la equilibriocepción. ¿Por qué no incluye la ciencia el placer como décimo sentido?
Thomas Neukirch, pintor
Respuesta de Kent C. Berridge:
Hay quien se refiere al placer como un sentido, pero este no suele incluirse entre los sentidos clásicos tradicionales debido a que el placer de una sensación no es inherente a ningún estímulo sensorial externo, sino que es creado por el cerebro y la mente del individuo en respuesta a ese estímulo. El placer siempre debe ser generado activamente por el cerebro, no simplemente decodificado en el estímulo. Como dijo el psicólogo holandés Nico Frijda, el placer es un “atractivo” extra añadido por el cerebro a una sensación, no es parte de la sensación original.
Por ejemplo, el sabor dulce suele ser agradable. Pero si comemos un alimento dulce por primera vez y luego tenemos náuseas, seguramente desarrollemos una aversión aprendida hacia el gusto de ese alimento en cuestión: en el futuro, podemos encontrarlo desagradable, independientemente de si nos gustó la primera vez, e incluso si las náuseas fueron causadas por un virus estomacal y no por la comida. Por el contrario, la primera sensación de una persona por el café amargo o la cerveza suele ser desagradable, pero muchas personas llegan a encontrar estos sabores muy agradables.
Más allá del gusto, un chapuzón en una piscina fresca puede ser agradable en un caluroso día de verano, pero en invierno un baño caliente es más atractivo. Por lo tanto, el placer no está en el dulzor, la amargura, el frío o el calor per se, sino más bien en el grado de “atractivo” o “repulsivo” que el cerebro le da a una sensación en su estado actual.
Biography:
Kent C. Berridge es Profesor Distinguido James Olds de Psicología y Neurociencia en la Universidad de Michigan, Ann Arbor. Berridge se graduó en la Universidad de California, Davis, y realizó su doctorado en la Universidad de Pennsylvania, en Philadelphia.
Como director del Laboratorio de Neurociencia y Biopsicología Afectiva, su objetivo se centra en entender la neurobiología de los estados afectivos como son el placer, el dolor, la tristeza, la alegría o la depresión, entre otros. También estudia otros temas complejos como el aprendizaje, la toma de decisiones y los comportamientos adictivos.
El trabajo realizado por Berridge y su equipo ha sido clave a la hora de descifrar algunos de los procesos neurobiológicos que causan la adicción, concretamente sus investigaciones han demostrado que gustar y desear se sustentan en mecanismos cerebrales diferentes y que la dopamina está relacionada con el deseo, y no con el gusto por algo.
Berridge es autor de más de 200 publicaciones científicas y editor de Pleasures of the Brain (placeres del cerebro), libro que resume los avances científicos más relevantes en este campo hasta la fecha. Berridge es uno de los psicólogos contemporáneos más citados del mundo y, en 2018, fue incluido en la lista de los 50 científicos en activo más influyentes por la organización The Best Schools.